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Hola, si es la primera vez que entras en mi blog, quiero comentarte que estamos contando una historia biográfica y por lo tanto, debes comenzar a leer por el artículo más antiguo. De lo contrario, la historia no tendrá sentido. Gracias por seguirnos.

miércoles, 7 de octubre de 2015

MEJORANDO PROGRESIVAMENTE

Por fin veíamos una luz al final del camino. Con el paso de los días nuestra pequeña iba recuperándose, su analítica estaba más estable, sus ánimos iban remontando por momentos y los sangrados habían desaparecido. ¡Por fin! 


Pero lo que nos fallaba era ese pequeño y enfermo pulmón. Las gafitas del oxígeno se las quitaban durante el día pero a la hora de dormir las necesitaba, porque su saturación caía empicada cuando se dormía profundamente. 
Cada día venía a visitarnos Carmen, una fisioterapeuta muy agradable. Ella tenía que estimular con sus masajes a ese pulmoncito, pero su visita una vez al día no era suficiente para que mi pequeña tuviese una pronta recuperación, entonces tuve que aprender a dárselos yo. Durante las tardes me convertía en su fisio, me sentía útil ayudando a mi niña. ¡Cuántas cosas tuve que aprender! 

Mientras en Madrid seguíamos con la recuperación, en Mallorca nuestra nueva casa iba viento en popa, los albañiles trabajaban todos los días para que cuando Elena saliese del hospital pudiéramos ir a vivir a ella. Pero había detalles que teníamos que elegir nosotros... baldosas, puertas, muebles, etc. Fue cuando tuve que tomar una decisión, nunca me había ido a Mallorca dejando a mi niña en el hospital en Madrid. Me costó mucho despegarme de ella, tan solo eran cuatro días pero me daba mucho miedo que le ocurriera cualquier cosa y yo no estuviera allí con ella. Sabía que estaba bien atendida y en la mejor compañía, con su abuela materna, pero aún así me marché con miedo.

Elena durante esos días se portó como una campeona. No tuvo ningún contratiempo, se lo pasó bomba con su abuela, ella le regaló una mini cocina de juguete con comida, las dos jugaban a cocinarla y después a comérsela. Le encantaba simular que comía ya que en la realidad ella apenas probaba nada por su boquita. Para su cumple le regalaron la peli de Casper, ¡¿cuántas veces pudimos llegar a ver esa peli?! Se reía un montón con ella. Pero aún así las horas se hacían eternas, nuestra pequeña no podía salir de la habitación y en una de esas tardes a su abuela se le ocurrió inventar a unas nuevas amigas (Ana y Lola). Ellas eran las mangas de su amuleto, os acordáis? aquella camiseta blanca con lunares verdes que Elena no se separaba de ella. Pues ahora sus mangas habían cobrado vida y ellas le contaban historias a Elena. Mi madre inventó a dos marionetas algo diferentes pero las cuales alegraban y divertían a nuestra pequeña, contándole anécdotas mías y de mis hermanas. 
Mi madre recuerda que cuando ella no sabía hacer alguna cosa relacionada con Elena, era ella que le explicaba como se hacía. Mi hija fue una niña muy responsable, ella te podía explicar perfectamente como conectar el hickman, cambiar la bolsa de la ileostomía, como darle las medicaciones... con tan solo tres añitos era muy observadora. Eran cosas que veía diariamente y durante tantos años. 

Y yo mientras, en Mallorca. En esos días parecía que me faltaba una parte de mi cuerpo. Nunca había estado cuatro días sin ver a mi pequeña, la extrañaba mucho, aunque varias ocasiones al día oía su vocecita por el teléfono. Sabía que estaba en buenas manos pero aún así... que mal lo pasé.  
Juanjo y yo íbamos muy estresados, elegimos toda la decoración de la casa en esos días, todas las baldosas, puertas, interruptores... También los muebles de cada habitación, de los baños y de la cocina. Fue una locura, de tienda en tienda, de almacén en almacén, unos días intensos y agotadores. 

Cuando regresamos a Madrid, nuestra niña estaba cambiada. Su rostro tenía otro brillo, su carita reflejaba felicidad, su pelito ya empezaba a salir...
La abracé con todas mi fuerzas y las lágrimas me saltaron de alegría, volvía a estar con mi niña. Éramos inseparables, yo era su madre, amiga, enfermera, profesora... todo en una sola persona. Durante esos días me dí cuenta de cuanto la quería y cuanto la necesitaba, la extrañé muchísimo... el amor que ella daba hacia los demás era enorme. 

En esos últimos meses la alimentación de Elena fue un desastre. Con tantos sangrados y transfusiones de sangre, sus tomas de leche tuvieron que ser suspendidas contínuamente, teniendo que administrar la nutrición parenteral de forma contínua, sin ninguna parada como teníamos antes. Pero con su mejoría, de nuevo retomábamos la rutina, empezaron con las pautas de la nutrición parenteral de una forma progresiva. Parar una hora, otro día dos horas, al siguiente tres... así sucesivamente hasta poder llegar a parar la máquina durante 7 u 8 horas. Con este progreso retomaríamos inicialmente las salidas al pasillo pero luego de nuevo a pasear por el gran parque que esta enfrente del hospital.

Después de casi seis meses, llegó un bonito día... sentir la brisa en la cara, respirar aire puro, ver a los perritos del parque... nuestra niña era feliz y nosotros también. Sin máquinas, sin ataduras, totalmente libre de la mochila. 




De nuevo empezaban nuestras salidas. Y para celebrarlo, decidimos junto a unos buenos amigos ir de picnic a los jardines de la Casa de Campo. Los niños se lo pasaron pipa y nosotros también, fue un día de paz y tranquilidad.

Tan solo quedaba un mes y medio para la gran boda y todavía no habíamos comprado nuestras mejores galas. En una de esas tardes que salimos de paseo nos fuimos al centro de Madrid a visitar tiendas. En una de ellas le compramos a nuestra niña un vestido hermoso, largo hasta los pies, de tela de cristal en color beige y con unas florecitas en la cinturilla. ¡Qué bonita estaba! Rebosaba felicidad, era como ella quería... parecerse a Bella. En la cabeza llevaría una diadema muy especial, confeccionada exclusivamente para ella y traída desde muy lejos... Venezuela, de donde son nuestros amigos. Necesitábamos un lugar donde poner los anillos y compramos una cestita a conjunto con el vestido. ¡que ganas tenía que llegará ese momento! Para tener un día único y maravilloso donde nuestra pequeña sería junto a su tata y padrino la protagonista de una bella historia de amor. 

Juanjo se compró un traje gris oscuro, una camisa lila con su corbata a conjunto.
Y yo, tenía que ir muy elegante, era la boda de mi hermana. Las enfermeras nos recomendaron ir a una tienda que hay cerca de Bravo Murillo, donde se dedican exclusivamente a vestidos de fiesta. Allí encontré uno para esta gran ocasión, largo hasta los pies en tono azul plomo con su fular a juego. Yo también me sentí princesa, estaba emocionada. Ya quedaba muy poquito para marchar a nuestro hogar y poder celebrar todos juntos la boda tan esperada.
Mi madre quiso que yo le ayudará a elegir su vestido, pues en una de sus visitas a Madrid nos acercamos de nuevo a visitar las tiendas. Ella eligió un vestido en tono rosado y con lentejuelas para la gran fiesta. 

Y mientras en Mallorca, los preparativos iban avanzando. Pero con muchos nervios esperando que nuestra niña terminará de recuperarse para poder regresar a nuestra isla. 

Hasta la próxima semana con la gran boda esperada!

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