La puerta cerrada y todos en silencio, con las miradas ausentes. Y yo mirando por la ventana, contemplando el paseo del parque. En mi cabeza solo me venían imágenes de los buenos momentos vividos con mi niña mientras daba vueltas sin parar. ¿Habíamos tomado la decisión correcta?
A partir de ahora, en mi blog se relatarán situaciones muy complicadas y difíciles, aunque también momentos alegres. Pero me gustaría que las familias que están en la actualidad en lista de espera o que ya hayan recibido un trasplante no piensen que les puede pasar lo mismo que a nosotros. Cada niño es un mundo y cada uno tiene su destino. La ciencia y la medicina han avanzado mucho desde entonces. Tengo un nudo en mi interior porque pienso que puedo influenciar o perjudicar a esas familias. No me gustaría que eso ocurriera. En la actualidad hay muchos niños y adultos que viven gracias a un trasplante y están estupendamente. Simplemente deciros que lo que yo cuento es mi experiencia pero no tiene porque ser la de otros.
Quiero aprovechar para dar las gracias a todas esas familias que en su momento tuvieron que tomar la decisión de donar los órganos de su ser querido. Pero gracias a ello, les dieron una oportunidad a una o varias personas.
Para escribir este capítulo he tenido que bajar del altillo de un armario la maletita que llevaba Elena para sus revisiones, para recopilar información sobre lo ocurrido esa noche. En la maleta guardo muchas de sus pertenencias personales: informes médicos, sus chupetes, sus amuletos, sus dibujos, sus recortes de periódicos donde ella fue noticia... y su colonia Johnson's que era la que el hospital nos regalaba. No he podido evitar abrirla y olerla y...uff... por un momento cerrando los ojos he estado con mi niña. Ese olor, tan característico para mí... Me ha traído tantos recuerdos, cuando la peinaba y le hacía sus coletitas. Su sonrisa tan peculiar, sus abrazos y besos. ¿Cómo una simple fragancia puede transportarte al pasado?
Era 10 de Julio de 2000 a las 21 h. Nuestra niña ya estaba en el quirófano. Por el pasillo llegaban los cirujanos, con dos neveras en las cuales estaba nuestra segunda oportunidad, una nueva esperanza para Elena. Nos recomendaron que esperásemos en una sala que había en la puerta de la U.C.I. Exactamente no sabían cuanto tiempo duraría la operación, pero que a lo largo de la noche nos irían informando.
Así lo hicimos. Era una sala pequeña, oscura, acristalada, con unas butacas de cuero negro. Nos acomodamos, apenas hablaba nadie. Todos estábamos pensativos y con miradas tristes. De vez en cuando alguno pegaba una cabezada, el cansancio y el sueño podía con nosotros.
Durante la noche, nuestras amigas las enfermeras vinieron a informarnos. Y nos trajeron café, leche, agua... la noche fue muy larga. El Dr. Esteban también nos visitó, nos comentó que la operación iba bien. Podía durar de 12 a 15 horas. Dijo que él estaría con nuestra pequeña, a parte de 50 profesionales más. Incluyendo a tres cirujanos, del Hospital Ramón y Cajal, que habían venido exclusivamente para esta intervención.
Era el primer trasplante infantil combinado de hígado e intestino realizado en España. Un gran avance en el mundo de la cirugía. Pero a la vez muy complejo. El intestino es un órgano sólido el cual tiene más tendencia al rechazo. Está colonizado por gérmenes, con muchas posibilidades de infecciones comparándolo con el trasplante de otros órganos. Además se tiene que trasplantar íntegro, en cambio el hígado puede ser solo un trozo.
Ya empezaba a amanecer. ¡Qué noche tan amarga! Las agujas del reloj apenas se movían. Casi no habíamos dormido, solo dábamos paseos pasillo arriba, pasillo abajo. La espera fue muy angustiosa, aunque tuvimos información sobre el estado de Elena a lo largo de la noche.
Por los pasillos del hospital ya se veía movimiento de médicos. Las consultas ya estaban abiertas, los pacientes llegaban a sus revisiones. Y nosotros seguíamos esperando en aquella sala oscura.
De repente nos avisaron que la operación había terminado. Era la 13'30 del mediodía. Habían pasado 15 interminables horas. Subimos todos corriendo a la planta de quirófano. Entramos Juanjo y yo, cogidos fuertemente de la mano, en una pequeña sala donde te informaban los médicos. Dentro nos esperaban el Dr. López Santamaría, el Dr. Murcia y el Dr. Esteban. Sus caras reflejaban cansancio y agotamiento. Y además preocupación.
Cuando el Dr. López Santamaría empezó a hablar, sus palabras no reflejaban mucha esperanza. Tuvieron complicaciones en las últimas horas. Los nuevos órganos no cabían íntegramente en la cavidad abdominal de Elena. Nuestra niña con 28 meses tan solo pesaba 7 kg, como un bebé de 5 o 6 meses. Y el donante era un nene de 3 añitos pero evidentemente sano. Receptor y donante no eran compatibles en tamaño. Tuvieron que cortar parte el hígado, y aun así no pudieron cerrar con cirugía el abdomen de nuestra niña. Le pusieron unas mallas y si todo salía bien, poco a poco irían cerrando la herida. Elena había aguantado las constantes durante toda la operación pero en los últimos minutos había hecho un fallo cardíaco. Fueron muchas horas para mi niña, una operación muy larga y complicada. La sacaron del quirófano y la pasaron corriendo a U.C.I. donde allí la estabilizaron.
El Doctor no sabía como darnos esperanzas, ni siquiera el mismo las tenía. Había sido una operación muy laboriosa y encima al final el problemática. Había que esperar, como en tantas ocasiones habíamos esperado y sobre todo debíamos tener mucha fe en Elena. Ella era la que junto con los tratamientos tenía la llave de la vida. Confiábamos en ella, en los médicos y en la medicina. Y nosotros simplemente podíamos esperar...
Cuando salimos por esa puerta, nuestras caras lo reflejaban todo. Nuestros familiares se vinieron abajo. No teníamos que tirar la toalla mientras nuestra niña no la tirase. Lucharíamos con ella, desde dentro y fuera de la U.C.I. A través de esos cristales le mandaríamos nuestras mejores energías. No queríamos pensamientos negativos, aunque eso era imposible.
Al cabo de un rato, nos dejaron entrar a Juanjo y a mi, a ver a nuestra pequeña. El resto de familiares la pudieron ver a través de unas ventanas que estaban en el pasillo. Era la primera vez que entrábamos en la U.C.I., recorrimos un pasillo largo y al fondo había una habitación donde están exclusivamente los niños trasplantados. Antes de entrar en dicha habitación había que lavarse las manos con un jabón especial, ponerse bata, gorro, patucos y mascarilla. Todo totalmente esterilizado. Cuando nos asomamos a la puerta, el mundo se nos vino encima. Mirad que había visto en muchas ocasiones a mi niña con máquinas, tubos, cables... pero esta vez fue...
Estaba totalmente desnudita en la cama, rodeada de unas dieciocho máquinas. Entubada e hinchada. El abdomen totalmente distendido cubierto de una gran malla que le ayudaba a presionar su nuevo injerto. La cual se iría retirando tras el cierre progresivo de la pared abdominal. Sondada, con drenajes, trasfundiéndole sangre...
¡Qué deciros...! apenas se veía a nuestra niña. ¡Qué mal rato pasamos allí dentro! Nuestra pena iba por dentro, no queríamos llorar delante de ella, aunque estaba totalmente sedada y no se daba cuenta.
Al terminar la visita, el Dr. Delgado, jefe de la U.C.I. nos vino a poner sobre aviso de la situación que tenía Elena. Sus palabras tampoco fueron muy positivas, había que esperar las primeras 24 horas que serían las más criticas.
Pues eso hicimos, esperar. Todos juntos, como una piña, en esa oscura sala de espera...
Hasta la próxima semana.
Hola soy Inma y prefiero no comentar nada...solo decirte que sigo aqui como todas las semanas. Un saludo muy grande
ResponderEliminarGracias, por cada miércoles dedicarme algunas palabras. No sabes lo mucho que me reconforta. Un bs y hasta el próximo capitulo.
ResponderEliminarhola cada palbra tuya la siento como si yo tambien lo viviera tu nena me robo el corazon
ResponderEliminarGracias
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